martes, 30 de julio de 2013

Esto es un atraco


He decidido intentar, en la medida de lo posible, alternar en el blog una entrada de pensamientos, anécdotas o divagaciones con otra de alguna gili-historieta que se me ocurra. Esta decisión la he tomado porque a mi mujer le gustan más los escritos personales y, ante esa evidencia, no puedo más que otorgar. Y, vamos, que tampoco me llegan oleadas de mensajes pidiendo lo contrario. Así que, este atraco, es una vivencia real.

Para contar esta historia me tengo que remontar a mis años de estudiante de BUP, cuando a penas contábamos con quince años. Y hablo en plural porque aquí entra en escena Chiqui, mi inseparable amigo de la infancia. Él era, y digo era porque hace mucho que no sé nada de su vida, todo un personaje que destacaba por su ingenio e inventiva. Bueno, y también por su gandulería, aunque es una caracteristica que tambien me puedo atribuir yo, eso sí, en menor grado. Pero él era tan vago que sería capaz de ganar un concurso de holgazanería por incomparecencia. De echo los profesores nos  decían que pertenecíamos al club de "las manos en los bolsillos" por nuestra afición a ir al instituto sin libros ni libretas. Aunque para esta historia me quedaré con su agudeza mental.

Vino a buscarme a casa, como hacía cada día y porque le venía de paso, para ir al colegio. Siempre hacíamos la misma ruta a la misma hora y ese día no fue una excepción. Cruzamos la calle Alfonso el Magnánimo, llegamos a la Rambla Prim y, justo antes de poder atraversarla, nos cerró el paso un furgón blindado. De su interior, y por la puerta trasera, saltó un guardia de seguridad que, con aire distraído, fue a comentar algo al compañero que aguardaba en la entrada de la sede bancaria, dejando la puerta del vehículo abierta.

Pues bien. En ese preciso momento, Chiqui, tuvo un momento de inconsciente lucidez. Imaginó el atraco al furgón blindado y, como si lo estuviera llevando a cabo y dándonos la señal de asalto, chilló ¡¡AHORA!!, acompañando el grito con un gesto de abalanzamiento hacia la puerta abierta del, hasta hacía pocos segundos, inexpugnable vehículo. El guardia se dio la vuelta y, al ver el percal, se sintió totalmente vendido. Más aún. Regalado ante las facilidades que había ofrecido en un barrio al que, claramente, se podía calificar de conflictivo.

Bien es cierto que para nosotros todo quedó ahí; Atracus Interruptus. Solo fue una oportunidad única donde escenificar un robo que tantas veces habíamos visto en televisión; un juego donde le habíamos gastado una broma a un trabajador descuidado. Pero el susto que se llevó el pobre hombre le quitó, al menos, diez años de vida. No lo puedo asegurar pero es posible que, por el gesto de su cara, realmente llegara a cagarse encima. Vamos que, si se sacaba el calzoncillo, lo más seguro es que se lo despegara como el papel de una magdalena.

Ya marchábamos camino al instituto cuando el semi-desmayado guarda recobró la pigmentación inicial y, recuperando fuerzas, nos empezó a insultar y gritar para, seguramente, desahogar la frustración de haber sido vencido por unos niñatos. Incluso creo recordar que nos lanzó una piedra que pudimos esquivar sin esfuerzo gracias a la gran distancia que ya nos separaba. Nos pareció una réplica intolerable y un dañino ejemplo, de mal perdedor, por parte de un adulto.


2 comentarios:

  1. :D

    No te veía yo un bribón de instituto. Pero bueno, todos tenemos nuestra historia de juventud (dijo la abuela). Bah, seguro que de alguna manera ese hombre se lo merecía. Y si no, fijo que desde entonces puso más cuidado en lo que hacía.

    Si me disculpas, voy a ponerme al día que tengo muuucho por leer en tu blog. Un saludo,

    Cristina

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  2. No creo que nadie merezca un susto de ese calibre, y lo digo con conocimiento de causa. Pocas veces he visto una expresión tan salvaje de acojone en una cara. Y yo solo era uno más de la banda de atracadores (creo recordar que éramos, al menos, cuatro), todo el (dudoso) mérito hay que atribuirlo a Chiqui. Ah, y a la inconsciencia adolescente de no saber calcular las consecuencias de tus actos.

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