miércoles, 24 de julio de 2013
Cirugía estética
- ¿Señora?, ¿está despierta señora? -preguntó la enfermera. - No se preocupe -dijo mirando al marido- en un rato se encontrará mejor.
Repasó los conectores del suero, el calmante y abandonó la habitación.
Había ingresado el día anterior para someterse a una cervicoplastia o, lo que viene siendo lo mismo, eliminación de papada. El origen, según el médico, de su dolencia era la intensa dedicación que profesaba a su trabajo: catadora de vinos. Parece ser que el airear tanto líquido en boca, más el maceramiento producido por el alcohol, le había provocado lo que el Doctor denominaba "Síndrome del Pelícano" o, lo que viene siendo lo mismo, desarrollo desmesurado de papada.
Ya pensaba con claridad y lo primero que pidió a su marido fue su bolso. Ya está, seguro que twuittea, whatsapea y facebookea, pensó el hombre. Aunque no fue capaz de decírselo, no quería empezar a discutir tras la intervención. Pero, para su grata sorpresa, lo que la mujer sacó del capazo fue un espejo de mano. Se echó un vistazo desde todos los ángulos posibles y, tras guardar el pedazo de cristal, sonrió gozosamente. La alforja colgante que decoraba su mentón había desaparecido.
- Cariño -dijo con cara de felicidad- Ayúdame a levantarme, tengo que ir al lavabo.
Pero, ¿por qué sentía que le pesaban las piernas? ¿Acaso era un efecto secundario de la operación? Daba igual, las ganas de hacer pis ganaban a su curiosidad cuando se destapó. Y entonces las vio. Sus piernas, enormes, como de elefante. Y, claro, encolerizó.
- ¡Doctor, doctor! -gritó hacia la puerta- ¡Que me ha hecho doctor!
Entró corriendo el Doctor, asustado.
- ¿Qué le pasa señora?
- ¡¿Pero me ha visto Doctor?!
Le echó un vistazo.
- Está perfecta, tal como me pidió. Ya no hay papada.
- ¡¡Pero, Doctor!!, ¡¡las piernas!!
- ¡Ah!, si. Eso se lo tiene que agradecer a su marido.
- ¡¿Mi marido?! -dijo la mujer clavando la mirada en el esposo.
El hombre cambió tan rápido de color que cualquier científico hubiera creído que su ADN poseía alguna traza de iguana.
- Si -dijo el Doctor- Me comentó, cuando usted ya estaba anestesiada, que le haría mucha ilusión eliminar también esas dichosas patas de gallo que tan acomplejada la tenían.
- Pe... Pero Doctor. Yo me refería a la comisura de los ojos... -dijo el esposo intentando excusarse.
- ¡No, no! Usted me dijo "esas patas de gallo" mirándose las piernas, lo recuerdo perfectamente.
- Verá Doctor. Es que soy muy vergonzoso y casi nunca miro a los ojos, pero... yo... me refería a los ojos...
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Absurdo... Me gusta :P.
ResponderEliminarEso sí, al igual que a tu mujer, me gustan más las entradas personales. Un saludo,
Cristina
Eres la segunda persona (fuera de mi círculo familiar) a la que le gusta. La verdad es que me lo paso pipa escribiendo historietas absurdas, y puedo asegurar que caerá alguna más.
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