jueves, 23 de mayo de 2013

Breve historia de desamor



"Para las mujeres el mejor afrodisiaco son las palabras, el punto g está en los oídos, el que busque más abajo está perdiendo el tiempo".


- Isabel Allende-.


No quería continuar, sentía que su autoestima estaba al límite de lo soportable y, después de todo, no conocía otro ser en el mundo al que amara más que a él mismo. Iba al encuentro de Judith para acabar con la relación. De hecho, pensó, no sabía si alguna vez había existido, ¿sesiones continuadas de sexo primerizo, entre adolescentes, se podría considerar noviazgo?. Si tuviera un idilio anterior con el que comparar le ayudaría a pensar con más criterio, pero solo poseía sus sensaciones e intuición para guiarse. Y aquello no le gustaba.

Habían empezado a salir gracias a la intervención de una amiga común, y, sobre todo, a la insistencia de ella, Judith. Quedaron en un parque y cuando él le pidió una cita, ella, dominando la situación, simuló no saber de que hablaba. Jaime se puso tan colorado como le fue posible, demostrando ser demasiado tímido y novato para recrearse en esa clase de juegos; pero era la forma que Judith tenía de exhibir su control de la relación y desnudar la ingenuidad de él.

Durante meses se conocieron, compartieron secretos y se estimaron mutuamente, hasta que algo ocurrió. Jaime tenía claro el día  en que Judith empezó a perder el interés por él. Era una tarde lluviosa y se quedaron en casa de ella para profesarse mimos, como muchas tardes hacían, pero Judith quiso algo más: pidió a Jaime que le escribiera una carta o un poema.

¿Escribir, él?. Ni lo había pensado, era demasiado vergonzoso para desnudar sus pensamientos y, además, parecía demasiado pretencioso intentar imitar a autores que admiraba. Tampoco entendía como se puede escribir sobre sentimientos a través de un encargo; si llegara el día en que considerase hacerlo debería ser por iniciativa propia, pero no era el caso. Judith le enseñó, a modo de trofeo, diferentes cartas que guardaba de antiguos noviazgos, intentando motivarle. Jaime las leyó y eso le cohibió más si cabe: sus escritos nunca llegarían a ese nivel. Y jamás escribió.

Posiblemente ella creyera que fueron malas excusas o, simplemente, que no quería esforzarse por satisfacerla, pero, desde esa tarde, nada volvió a ser igual. La relación se fue diluyendo con el paso de los días. Se citaban en un parque para verse, ella llegaba una hora tarde y apenas se quedaba unos minutos. Al estar a solas ya no había un toqueteo continuo, solo desidia y miradas esquivas.

Jaime no entendía nada. Sabía que ser él mismo la había distanciado. ¿Qué quería Judith, que actuara como si fuera otra persona?. ¿Por cuanto tiempo, un rato?. ¿No sería mayor el desengaño cuando viera que él no era realmente así?. Puede que, a esa representación, estén condenados los hombres que quieran retener a sus parejas. Y, en caso de prestarse, ¿cuanto tardaría Judith en demandar otro cambio en su identidad?. Además, se sentiría un canalla; un mentiroso interpretando un papel. ¿Era eso cortejo?.

Había observado en multitud de ocasiones las tácticas empleadas por sus amigos para conquistar chicas. Básicamente consistía en  saturar de halagos a la víctima, sin importar la sinceridad, hasta amedrentar su resistencia. Era un método que, ni le gustaba (le parecía ruin), ni se veía capaz de llevarlo a cabo (demasiado vergonzoso), aunque sin duda daba réditos. Pero no, Jaime se había prometido ser más respetuoso con el sexo contrario y no se rebajaría a esa infame estrategia.

El vínculo con Judith estaba roto, no había solución. Solo quedaba el trámite de acabar con dignidad, aunque, a estas alturas, dudaba si ella se presentaría al encuentro. Tampoco le importaba. Jaime no dejaría de ser respetuoso hasta el último momento, más no podía dar. Luego, esperaba volver a casa sin nada que reprocharse. No sabía si tardaría un mes, un año o una década, pero se conjuró para encontrar una mujer que le quisiera por lo que es y no por lo que ella esperaba que fuera.

2 comentarios:

  1. Precioso, sabio y muy cierto. Ojalá todos, hombres y mujeres, fueran un poco más Jaime. Y muy bien escrito, por cierto :-). Un saludo,

    Cristina

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues muchas gracias y me alegra que te guste. También lo ha leido algún familiar y, la verdad, no se esperaban una historia así. Pero, para un día que gracias a una frase anda uno medio inspirado, no quise dejar pasar la ocasión de escribirla.

      Saludos.

      Eliminar