martes, 20 de mayo de 2014

El corredor imparable



6 de Julio de 2016. Circuito de Silverstone, Northamptonshire (Inglaterra). A tres minutos de finalizar el gran premio de Gran Bretaña de Formula 1, Javier y Carlos, dos comentaristas televisivos de los muchos que allí se daban cita, intentaban poner palabras a la gesta más impresionante en la historia del automovilismo.

 - ¡Lo veo y no lo creo! -exclamó Javier, atónito- Pero... Pero... ¿Alguien puede explicarlo?

Rápidamente, Carlos tomó el relevo en la narración.

 - Mira Javier, una remontada de esta magnitud no la había visto yo en mi vida. Es que, desde la última parada en boxes, ha recuperado quince posiciones en diez vueltas ¡Quince!
 - ¡Y esto aún no ha acabado! Ha logrado el segundo puesto, pero... ¡Parece que quiere más!
 - Así es, Javier -apuntó Carlos, el experto en la materia- Está dando toda una lección. ¡Que agresividad!
 - ¿Crees que podrá alcanzar el primer puesto antes de acabar esta última vuelta?
 - No hay duda de que lo tiene muy difícil. Sin embargo, con esa velocidad de vértigo, todo es posible. Es que... es que... ¡Va lanzado! Ese coche no corre sobre el asfalto, señores. ¡Ese coche vuela!

Los espectadores espoleaban con gritos la hazaña de Christoff Bean, uno de los pilotos más anónimos hasta la fecha. En pie, con la certeza de estar presenciando algo excepcional, agitaban sus banderas y bufandas con la energía que les transmitía aquella conducción de ensueño.

 - ¡Por allí aparecen! -gritó Javier- ¡doblando la última curva, la mundialmente conocida como Club, que llevará a uno de los dos contrincantes a saborear la gloria!
 - Vienen muy parejos -señaló Carlos- Seguramente se llevará la victoria el que menos halla frenado antes de encarar la recta.
 - Pero... pero, ¿has visto cómo ha salido de la curva Bean? ¡Es una conducción estelar, una conducción que pasará a los anales del mundo del motor!

Bean atravesó la línea de meta en primer lugar, saludado por la bandera a cuadros y por más de cinco mil seguidores que se amontonaban, eufóricos, en la tribuna de llegada.

 - ¡Inconmensurable! ¡Qué poderío, qué fuerza de la naturaleza! ¡Y ha vuelto a hacer vuelta rápida, batiendo por onceaba vez el récord del circuito!
 - Tú lo has dicho Javier. Pero quiero ir un paso más allá, porque lo que hemos presenciado hoy, aquí, sólo puede tener el calificativo de pura magia. ¡Bravo! Bravo por ese piloto que nos ha demostrado que cuando se quiere, se puede. Da igual el presupuesto, da igual la tecnología del vehículo. Sólo unas manos maestras, como sin duda son las suyas, pueden llevar a un hombre a convertirse en el más grande de todos los tiempos.

A la vez que Carlos se hacía reiterativo en sus elogios, el circuito se convirtió en una locura. La gente invadió el paddock, desbordando las medidas de seguridad, y comenzaron a hacerse fotos para inmortalizar el momento. Mientras, Bean, continuaba conduciendo al límite.

 - ¡Y ahí está! Celebrándolo con todos los aficionados. Deleitando a los que disfrutamos de este noble deporte con una segunda vuelta de honor a, prácticamente, la misma velocidad con la que ha ido escalando posiciones durante la carrera, hasta convertirse en el más que merecido ganador.
 - Sin duda, sin duda, pero, como no pare, agotará las pocas gotas de combustible que le puedan quedar en el depósito.
 - Pues creo que eso ya ha sucedido -constató Javier- porque el coche a perdido empuje y parece que se mueve por inercia. Y, si ha sido así, que no cuente con llegar a los boxes.
 - ¡Acaso importa, Carlos! Después de esta hazaña no creo que a Bean le preocupe mucho andar unos metros para ir a celebrar el triunfo con los suyos. Pero... ¡Mira! ¡Todo su equipo ha abandonado el taller para ir a buscarlo sobre el asfalto!
 - No me extraña lo más mínimo, la ocasión bien lo merece.
 - También podemos observar cómo Bean se baja del coche. Está... está como tambaleándose. Sin duda alguna, el gran esfuerzo de estas últimas vueltas le está pasando factura.
 - Cierto, Javier. Fíjate, ahora que se ha quitado el casco, en el color pálido de su cara. ¡Está tan débil que apenas puede celebrarlo!
 - Dale unos segundos para digerir su gran Obra Maestra, para darse cuenta de lo que ha hecho.
 - ¡Ya, ya reacciona! Justo cuando lo envuelve su equipo para vitorearle. ¡Bean levanta con energía el puño al cielo en señal de victori... ¡¿Pero qué hace?! ¡Ha descargado un puñetazo en la cara de uno de sus colegas!
 - ¡Y porque lo agarran sus compañeros, sino lo mata!
 - Pero... Javier, ¿quién era ese tipo? ¿Un espontáneo?
 - Un momento, Carlos. Ahora nos lo enseñan las cámaras. Ahí está, un primer plano del individuo que ha recibido el brutal golpe... Sí, no hay duda. Me informan que era el mecánico responsable de cambiar las pastillas de freno en la última parada en boxes.


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