miércoles, 4 de diciembre de 2013

Por caridad

He de suponer que todo el que asoma a menudo por aquí se habrá dado cuenta de que rara vez utilizo este espacio para criticar nada. En general intento, sin saber a ciencia cierta si lo consigo, distraer o divertir sin enervar al personal ni trascender demasiado. Pienso que ya estamos lo bastante enfadados, en este país, como para incidir más sobre según que asuntos. Hablando claro, que no me apetece remover la mierda.

Pero hoy haré una excepción. Y lo voy a hacer porque criticar un movimiento de solidaridad, sobre todo con la Navidad a la vuelta de la esquina, es algo tan insólito que me hace despegar de los parámetros estándar de remover mierda, para ir a caer en los de crear mierda nueva. Ya veis que la mierda nos rodea. Aunque también puede que penséis que no tengo razón y que soy un auténtico gilipollas (y tal vez lo sea) pero, de todas formas, me arriesgaré. Más que nada porque no tengo ninguna reputación que proteger; y que coño, que si no lo digo reviento.

Quería hablar sobre las sospechas que mantengo en la forma de recolectar comestibles para el banco de alimentos. Ojo, me parece una gran ayuda para las familias con problemas económicos, pero la idea de situar los puntos de recogida en supermercados y grandes superficies me hace ser receloso, básicamente, por una razón.

No me gusta que manipulen las buenas intenciones de la gente para que se lucren los de siempre. Y pienso que, eso, es lo que hacen los supermercados y grandes almacenes al permitir, con aparente generosidad, albergar enormes cajas de cartón para que el altruismo de la gente las rellene de productos previamente adquiridos en las estanterías de sus establecimientos. Si han de sacar beneficio que sea, al menos, de una forma menos descarada y sin manipular a la sociedad. Porque, y que alguien me corrija si me equivoco, aún no he visto a una sola de esas grandes cadenas distribuidoras donar nada a beneficencia. Es más, lo que sí he visto, en algún reportaje televisivo, es como destruían la comida caducada porque, si la dejaban en la basura y al alcance de la gente, podían atraer a indeseables cerca de sus instalaciones. Aunque, para ser honestos, hay otros muchos que al menos no impiden esa actividad.

También he sido testigo, gracias a mi antiguo trabajo como transportista, de la desintegración de toneladas de comida porque no cumplía unos parámetros demandados. No diré el nombre porque esto no es un ataque personal, pero recuerdo el DÍA (vaya, se me escapó) en que desecharon unos cuatrocientos kilos de alimentos porque su fecha de caducidad no era la adecuada para entrar en sus almacenes. Y así, con muchos otros proveedores. No, el producto no estaba en mal estado, solo que el plazo para su perfecta conservación no llegaba, por cinco días, a  los tres meses requeridos. Ese palet se quedó arrinconado, durante semanas, hasta llegar a ser incomible porque resultaba más costoso el transporte de vuelta, la manipulación y volverlo a mandar a otro comercio, que dejar que se pudriera. Pero tampoco quiero echar toda la culpa del despilfarro a las distribuidoras porque, al fin y al cabo, son solo un peldaño de la escalera que representa el reparto de alimentos

Vivimos en una sociedad que malgasta millones de toneladas de comida al año. Semanalmente tiramos desde nuestras despensas hortalizas, carnes, lácteos, frutas, pescados y cualquier otro producto que caduque o no nos guste su aspecto. Tanto es así que los consumidores somos los que más cantidad de comida lanzamos a la basura. Nos hemos acostumbrado a comprar cantidades ingentes de alimentos sencillamente porque "nos lo podemos permitir" o "más vale que sobre, que no que falte", sin ser conscientes del infame derroche que cometemos. Porque da igual que los alimentos acaben en casas donde no los necesitan, siempre y cuando hayan sido pagados, claro.

Pues bien, siendo conscientes de ese consumismo desenfrenado que nos lleva a que, solo en España, entre industrias y usuarios, lancemos a la basura más de siete millones de toneladas comestibles (que se dice pronto), ¿por qué el banco de alimentos opta por colocar los puntos de recogida en la puerta de los supermercados? ¿No sería más provechoso situar contenedores en empresas alimentarias y que los ciudadanos acercaran a las asociaciones de vecinos esos víveres que acabarán en la basura?

Bueno, sería provechoso para los necesitados, pero muy poco rentable para las industrias. Prefieren pedir al ciudadano de a pie que se gaste un euro en comprar un paquete de macarrones antes que regalarlo ellos mismos. Así también hago yo beneficencia. "Compren, compren comida y regálenla para que se puedan sentir un poco mejor. Pero que sea en nuestro establecimiento, así podremos engordar nuestros beneficios".

Me resulta inmoral que, desde la administración, se permitan estas prácticas. ¿No podrían facilitar las cosas a las organizaciones para que pudieran recolectar toda la comida que se desecha? Porque, si no recuerdo mal, hay una partida presupuestada para estos menesteres. Pero voy a finalizar aquí mi indignación, porque ya he explicado lo que quería. Y si empiezo a divagar sobre el gobierno necesito, por lo menos, otro blog más para que entre todo.


Pues ya está dicho. Tampoco era para tanto ¿no?

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