martes, 4 de febrero de 2014

El club de los suicidas



En un local del centro cívico se reunía, en secreto, un grupo de hombres y mujeres que habían perdido toda esperanza. Bajo la fachada del taller solidario "La cocina para gente sin cocina", se escondía la oscura intención de llevar a cabo un suicidio en masa.

 - ¿A qué hemos venido? -preguntó Julián.
 - A morir -contestaron casi todos.
 - ¡¿A qué hemos venido?! -volvió a preguntar, eufórico.
 - ¡A morir! -gritaron esta vez todos.

Hizo una pausa para que se hiciera el silencio y, subido en el estrado, continuó el discurso.

 - Bien, ya llevamos dos meses debatiendo la mejor forma de perder la vida y parece ser que ya se llegó a un acuerdo. ¿Javier, estás por aquí?

Salió del tumulto un pequeño hombre delgado, con gafas pequeñas y una incipiente calva en la coronilla. Subió al escenario y probó a bajar el micrófono, pero el hierro extensible no cedió. Así que optó por encaramarse a un taburete y comenzar a leer el papel que llevaba en la mano.

 - A ver... -dijo mientras intentaba aguantar el equilibrio- Sí, aquí. Primero empezaré por las acciones descartadas. Un tiro en la cabeza: desechamos la idea por la necesidad de comprar armamento y munición para todos. Si estamos aquí es por la crisis y, lógicamente, no tenemos un euro para ese gran desembolso. También se sopesó la idea de morir ahorcados, pero, como podéis comprobar si alzáis la vista -dijo mirando el techo- no tenemos vigas ni estructuras que aguanten el peso de una veintena de personas. Por lo que se ha llegado a la conclusión de que lo más acertado es la ingesta masiva de veneno.

Javier dobló la hoja de papel, bajó de la peana y volvió junto a sus compañeros.

 - Gracias por tu intervención, Javier -dijo Julián, reconociéndole el esfuerzo y volviendo a su puesto de orador- Ahora, si no hay nadie que tenga algo que objetar, se procederá a la ejecución voluntaria.

Cuando estaba a punto de bajar del escenario, apareció una mano levantada entre la multitud. Julián frenó en seco y volvió al centro del escenario.

 - Avanza, por favor. Marta, ¿verdad?

La chica asintió mientras subía por la escalerilla y, con timidez, acercó la boca al micrófono.

 - Sí, hola a todos -dijo ruborizada- Sólo quería decir que yo vine aquí con una profunda depresión, sin motivos para aferrarme a la vida; pero encontré una persona, Raúl -saludó con la mano-, de la que me enamoré perdidamente. Y quiero aprovechar esta ocasión para pedirle que se case conmigo.

Todos pusieron los ojos como platos. En especial Julián, que era el propulsor de la idea original.

 - ¡Sí, quiero! -se oyó una voz al fondo de la sala.

A Marta se le iluminó la cara y, de un salto, bajó del escenario para reunirse con Raúl.

 - Eh, bueno... -empezó a decir Julián- entonces... no contamos con vosotros ¿no?

Pero la pareja no escuchaba nada más que no fuera el latido de su corazón y, sin apartarse la mirada de los ojos, salieron por la puerta.

 - Eh... en fin. Tampoco es que tengamos unas dosis boyantes de arsénico -dijo forzando una sonrisa- Hasta nos viene bien a todos, así tocamos a más.

Otro brazo se levantó entre el gentío y, sin esperar el permiso de Julián, el dueño de la extremidad se encaminó hacia el estrado. El gigantesco chaval subió de un salto y agarró el soporte del micrófono con la intención de alargarlo. Como le fue imposible, lo dejó donde lo había encontrado y, medio encogido, empezó a hablar.

 - Hola, ya me conocéis. Soy el chico sin amigos que fracasa en todo lo que se propone. Pero llegué a esta comunidad y me recibieron con los brazos abiertos, sin importarles mi negatividad. También sabéis que, unos pocos de nosotros,  formamos un equipo de fútbol y que cada Domingo participamos en el campeonato del distrito; alguna vez os he visto por el campo. Pues bien, este fin de semana hemos ganado nuestro décimo partido y llevamos una ventaja de seis puntos respecto al segundo clasificado. Ya sé que íbamos a matarnos y eso, pero es que nos viene muy mal ahora mismo. Y pienso que morir sería dar demasiadas facilidades al resto de conjuntos. Por eso, como portavoz del equipo, os informo que hemos decidido aplazarlo para más adelante. Gracias.

Pasó por delante de un atónito Julián y se reunió en la platea con el resto de jugadores.

 - ¿Alguien... ah... -balbuceó un desconcertado Julián- alguna intervención más?

El grupo que quedaba de la tercera edad subió al escenario con su habitual parsimonia y se agenciaron el aparato amplificador.

 - Nosotros tampoco nos suicidaremos hoy -dijo un anciano.

Julián se encontraba sentado en el suelo del escenario, con los brazos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el infinito. Escuchaba, derrotado, lo que la facción más anciana tenía que decir.

 - Sólo queríamos decir que somos nosotros quienes hemos preparado los bocadillos de foie gras untados con el veneno, así que mejor coger los de nocilla. Gracias.

Julián hundió la cabeza entre las rodillas al darse cuenta de que ya no se suicidaría nadie ni por casualidad.

Pero, de pronto, recordó algo que necesitaba compartir urgentemente con Javier, su fiel escudero. Levantó la cabeza, clavó la mirada en su amigo y le hizo señas para que se sentara a su lado.

 - Mira Julián, esto no es lo acordado. Ya sabes que yo siempre estaré a tu lado, pero...
 - Sí, sí -interrumpió Julián- pero hazme un favor: cierra las puertas. De aquí no se va ni Dios sin antes pagar lo que se debe del alquiler del local. ¿O qué se piensan, que escoger vivir les va a salir gratis?

2 comentarios:

  1. Muy divertido. El final está redondo.

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    1. Muchas gracias. Me hubiera gustado pulirlo un poco más (siempre dentro de mis limitados recursos, claro), pero últimamente no tengo demasiado tiempo para mis desvaríos.

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