martes, 18 de febrero de 2014

Día de San Valentín

       

          Gabriel bajó al bar a desayunar, como venía haciendo desde que trabajaba en la oficina, a las once en punto. Allí se encontraba cada día con Andrés, un laboralista que regentaba un despacho al otro extremo de la calle. Se citaban siempre en el mismo establecimiento, a medio camino de sus trabajos para, como decía Andrés jocosamente, poder dialogar en terreno neutral. Gabriel estuvo de acuerdo,  incluyendo en el tratado que todo lo mencionado bajo los efectos de aguas internacionales (cerveza, whisky, vodka, etc...) no sería tomado en cuenta ante jurisprudencia alguna. Así bromeaban los dos abogados. Aunque la verdadera razón siempre habían sido las estupendas tapas que allí elaboraban.

          Al atravesar la puerta Gabriel localizó a su compinche, distraído con un diario pero sentado en la mesa de siempre, y decidió abalanzarse sobre la barra para encargar media tortilla, un plato de gambas y dos pintas de restauradora cerveza, antes de ir a sentarse.

     - ¡Buenos días, Andrés! - dijo Gabriel con una inmensa sonrisa.
     - Buenos días, aunque parece que son mejores para algunos que para otros -repuso Andrés.
     - ¿Tan cambiado me encuentras? -dijo sin dejar de sonreír.
     - Vamos, se te nota a la legua. Hoy has entrado con una energía, con un brillo en los ojos que hacía tiempo no veía en ti. No, al menos, antes de la segunda cerveza.
     - Pues sí. Para qué te voy a engañar.
     - ¿Y se puede saber a qué debemos tanta felicidad? Porque, que yo recuerde, ayer te fuiste abatido a casa. Pronosticando uno de los días más monótonos de tu existencia.
     - Sí, claro. Es que ayer fue San Valentín. Y ya sabes lo que pienso de esos días socialmente preestablecidos para programar, sí o sí, la felicidad de las personas. Odio que me señalen el día en que he de hacerle un regalo a mi mujer y decirle cuanto la quiero.
     - Lo sé, lo sé. Me lo contaste ayer. ¿Cómo te proclamaste?, ¿el desobediente de los días consumistas?
     - Rebelde, rebelde me gusta más -puntualizó Gabriel- Me parece más romántico.
     - Ya -dijo Andrés con escepticismo- ¿Y le pareció a tu mujer igual de romántico no recibir un regalo?

          En ese instante apareció Pedro el camarero, portando la comanda sobre la bandeja que sostenía con una sola mano, y depositó el pedido entre los dos amigos.

     - De eso, precisamente, quería hablarte. Ayer mi mujer me hizo el mejor de los regalos.
     - ¿Te dio con la puerta en las narices al ver que no le regalabas nada? - dijo Andrés con sorna.

          Gabriel tenía muy claro qué tipo de amistad los unía. Andrés se dedicaba a lanzarle puyas sarcásticas y Gabriel a esquivarlas con elegancia. Sin embargo, esta vez se había excedido. Y así se lo quiso hacer saber.

     - Andrés, no seas bruto -dijo muy serio- Ella conoce mis excentricidades y las respeta. ¿Entendido?
     - Y no es la única -susurró mientras observaba a Gabriel sacarle los ojos con un palillo a una gamba, para evitar su mirada cuando se la comiera- Escucha, perdóname si te he ofendido.
     - No pasa nada -concedió Gabriel- Pero desde ya, te digo que fue idea de ella no celebrar el dichoso día.
     - ¿Hablas en serio? -dijo un incrédulo Andrés.
     - Como oyes. Me llamó al trabajo media hora antes de salir para decirme que no le comprara nada, que por una vez, y como siempre había deseado yo, no celebraríamos San Valentín.
     - ¿Y tú que hiciste? -preguntó Andrés con ojos como platos.
     - Pues mira, me aventuré a correr el riesgo de creer lo que me contaba. Porque ya conocemos la desconcertante manía que tienen las mujeres en decirte una cosa, mientras esperan que hagas la contraria.
     - Desde luego -afirmó Andrés mientras se llevaba un pedazo de tortilla a la boca.
     - Pero al llegar a casa cenamos, vimos un rato la tele y nos acostamos sin tan siquiera mencionar el tema. Mi día de San Valentín fue como siempre lo había soñado, un día cualquiera. Por eso estoy tan feliz, porque mi mujer me demostró cuanto me quería haciendo un gran esfuerzo por mí. O, lo que es lo mismo, ignorando el Día de San Valentín.

          Gabriel, tras finalizar su discurso, alzó la media jarra de cerveza que aún le quedaba, hizo un brindis al aire y la engulló de un sólo trago en señal de celebración. Volvió a levantar el recipiente vacío, busco a Pedro con la mirada y se lo enseñó para que trajera otra ronda.

          Andrés no dijo nada. Se quedó hipnotizado, mirando por encima del hombro de Gabriel, con la vista perdida en el infinito mientras masticaba una rebanada de pan con tomate y aceite.

          Ese ingrato silencio inquietó a Gabriel.

     - Andrés, ¿en qué piensas?
     - No, nada -comentó con voz apenada- Que me parece que nunca aprenderé a interpretar las maniobras de las mujeres.
     - ¿A qué viene eso? -dijo Gabriel con el ceño fruncido.
     - ¿Quieres que te lo cuente?
     - Por supuesto -insistió Gabriel, agarrando la segunda jarra de la bandeja de Pedro.
     - Pues que, por un momento, he pensado en la posibilidad de que tu mujer no quisiera celebrar San Valentín porque ya no siente esa estima hacia ti. Porque se ha hartado de tus tonterías y ha buscado a otro que comparta sus ilusiones. Incluso porque, antes de que llegaras a casa, ya lo había celebrado con su amante y no quería arruinar ese recuerdo interpretando una pantomima contigo. Y he sentido tristeza. Pero vamos -dijo Andrés haciendo un esfuerzo por animar la voz- , que yo no conozco a tu mujer ni he estado nunca casado. Así que, seguramente, será como tú lo cuentas ¿no?
     - Sí... claro... -balbuceó Gabriel.

          Sin nada que añadir, intentó analizar los posibles indicios que pudiera haber pasado por alto la noche anterior.

          Y en esta ocasión los dos a la vez, perdidos en sus pensamientos, bajaron mecánicamente la mano para coger alimento del plato y, sin dejar de mirar al infinito, llevárselos a la boca. Gabriel comenzó a chupetear e intentar succionar una porción de tortilla de patatas; mientras, Andrés pinchó con el tenedor, sin saberlo, una cabeza de gamba y la masticó con decisión.

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