Al parecer soy un tipo solvente, de momento. O eso es lo que me hace creer el banco al ofrecerme un apartamento en la costa por menos de 60.000€ (como si los tuviese). ¿Acaso piensan que no tenemos suficiente con las letras de la hipoteca que ya pagamos cada mes?¿piensan que lo hicimos por afición a las deudas?. Pues, con el empuje que me da este anonimato, les voy a contestar de forma más o menos visceral.
No me mandeis más cartas, ni más e-mails, ni más SMS; no me interesa un crédito, ni unas acciones en la bolsa, ni otra hipoteca. Mi filosofía es esa que dice que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Y, sobre todo, no quiero más preocupaciones añadidas. Lo que deberíais hacer es dejar de ser bancos zombies y empezar a poner en circulación el dinero. Dar crédito o lineas de descuento a las pequeñas y medianas empresas para que puedan ofrecer trabajo. Y.... Bah! me callo y dejo de escribir evidencias, que me desvío del tema.
No anhelo un coche más bonito, ni más grande, ni más potente; de momento no lo necesito para captar mozas, ni para vivir en él, ni para hacer carreras con nadie. No deseo casas ni apartamentos como segunda vivienda. Puede que no lo creáis pero no los puedo pagar y, aunque así fuera, solo me traería más comunidad de vecinos con los que discutir, más impuestos que pagar y me privaría de poder viajar a cualquier parte del mundo al tener la obligación moral de aprovechar los días festivos para, forzosamente, visitar y hacerme cargo de esa morada. Y eso sin contar con los gastos en impuestos, comunidad, reparaciones o mobiliario que me demandaría cada año, pudiéndolo invertir en viajes en hoteles de cinco estrellas donde no tendría que cocinar ni limpiar.
Bueno, ya está. Ya me desahogué.
Pero hasta yo me doy cuenta que esta declaración de principios se podría esfumar si, por algún equívoco del destino, llegara a alcanzar un gran éxito y triplicase mi actual y mísero sueldo o fuese premiado con el Gordo de La Primitiva. Para cuando llegue ese día me he guardado una última bala; un retén de moralidad; un Pepito Grillo en forma de *canción* para no perder la identidad. Aunque, llegada la coyuntura, no creo que le hiciera demasiado caso. Pero dicen que la música alimenta el alma y, seguramente (y tras venderla), sería la única parte de mi cuerpo necesitada de nutrientes.
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