viernes, 14 de junio de 2013

El sentido de la muerte



Voy a contar un secreto que la mayoría de personas desconoce aunque, si se paran a pensar, seguro que lo acabarían deduciendo: aproximadamente el 80% de lo que publican los medios de comunicación oculta la verdad o, directamente, es mentira y casi nunca está contrastado correctamente. Y tengo alguna anécdota personal para demostrarlo, aunque no viene al caso. Pero tenemos la virtud de creernos todo lo que nos cuenta la radio, televisión o periódicos.

El caso es que me he enterado de la existencia de un proyecto llamado Mars One que pretende, en un plazo de 10 años, colocar, sin posibilidad de retorno, a 4 seres humanos en una base situada en Marte. Se trata de un programa televisivo similar a Gran Hermano que seleccionará, de unas listas abiertas, a candidatos de todo el mundo para la misión. Todo el plan se financiaría, dicen, con publicidad, empresas privadas y derechos televisivos.

Sin duda son unos plazos muy poco realistas y, de hacerse realidad, sería enviar a esas personas a una muerte segura. No hay tecnología suficientemente avanzada para superar tal reto, ni nave espacial para llevarlo a cabo y se me ocurren, al menos, una docena de maneras de morir en el intento; desde fallos en naves sin testear a radiación solar (durante el viaje o en el propio planeta, ya que este no posee un campo magnético que lo proteja) o cualquier otro imprevisto en el feroz Universo. Pero lo que realmente me ha llamado la atención es saber que ya hay 200.000 personas dispuestas a ser tripulantes de esta misión suicida.

Esto me ha recordado a mi viaje de novios (caprichos del cerebro). Fuimos a Cancún, México y aprovechamos la estancia para visitar los restos de una ciudad Maya llamada Chichén Itzá famosa por su templo piramidal. Pero lo que más me fascinó fue una especie de estadio situado muy cerca del monumento donde, según nos contó el guía, jugaban a la pelota. El deporte consistía en hacer pasar una bola de caucho por unos aros construidos a 8 metros de altura. Para ello solo podían emplear codos y caderas, pero lo más sorprendente era el premio para los ganadores: los decapitaban.

La similitud en las motivaciones entre los aspirantes al proyecto Mars One y los jugadores Mayas me parecen evidentes. Ahora empiezo a entender por qué alguien querría jugar a ese maquiavélico juego y, por consiguiente, querer perder la cabeza en caso de resultar ganador. Al parecer era un gran honor derramar la propia sangre para ayudar a que la tierra fuese fértil y contentar así a los Dioses o, al menos, eso era lo que les infundía su religión.

Puestos a comparar podríamos medir por el mismo rasero espiritual a esos sacerdotes y la televisión: siempre se le da veracidad a sus palabras sin necesidad de pruebas ni verificaciones, solo demandan fe ciega. También podríamos buscar pararelismos en el premio: si resultas ganador tendrás una bonita muerte ante todo el pueblo con los mayores honores. Y lo mejor de todo: tu muerte tendrá un sentido ya que ayudará, supuestamente, en varios aspectos al desarrollo de la humanidad.

Vale que mi anterior entrada era surrealista, psicótica y neurótica pero, en su esencia, tenía un sentido positivo de la existencia: la búsqueda de algo por lo que vivir. En cambio los 200.000 insensatos apuntados a la locura de la misión espacial, igual que los jugadores de pelota de la Era Maya, me resultan más enfermizos. Optan por un sentido de la vida totalmente opuesto: la búsqueda de algo por lo que morir. Supongo que solo es cuestión de elegir.

4 comentarios:

  1. está claro que como dijo el torero, "hay gente pa tó", extrañado de que hubiera personas dedicadas a estudiar filosofía.
    De todas formas, lo de Marte puedo llegar a entenderlo perfectamente, a fin de cuentas qué más te da morirte en un planeta que en otro. ¿Existe algo más romántico que palmarla en Marte?

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    1. Pues, a ser posible, vivir en Marte en lugar de morir me parecería, en principio, algo menos perjudicial. Aunque no me hagas mucho caso, que yo de romanticismo ando muy flojo...

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  2. Por cierto, lo que desde luego ya no entiendo de ninguna manera es lo de los pelotaris aztecas, eso si que no.

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    1. Ahí estoy contigo. ¿Qué es eso de cortar las cabezas a los ganadores?
      Yo descabezaba a los ganadores, a los perdedores y al que inventó el juego. Por aburridos.

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