Es muy probable que no me recuerden, pero yo fui el accionista mayor de Betamax y, más tarde, uno de los cofundadores del Laser-Disc y Mini-Disc; aunque ya he dejado a un lado la tecnología, a pesar de las insistentes llamadas que recibo para formar parte de ese monopolio sin sentido que son las pantallas táctiles. En fin, ellos sabrán. Aunque ya les he advertido que se van a pegar una hostia morrocotuda.
Con mis antecedentes, está claro que reconozco un negocio lucrativo en cuanto lo veo. Soy, lo que llaman por este mundillo, un gurú de la economía. Puede que no se lo crean, pero no hay más que contemplar detenidamente el mundo para encontrar multitud de campos por explorar. Sin ir más lejos, me gustaría hablarles de la visión que tuve el otro día. O, mejor dicho, la otra madrugada. Porque fue a las cinco de la mañana, sumido aún en la oscuridad de la noche, cuando la revelación salió a mi encuentro.
Ocurrió el domingo, cuando volvía a casa de un viaje de negocios. Mi avión aterrizó de madrugada y, ante la imposibilidad de encontrar despierto a mi chófer, no tuve más remedio que contratar un taxi para que me trasladara a mi domicilio de Barcelona. Fue nada más entrar por la Diagonal, en su confluencia con la plaza Francesc Macià, cuando me topé con ellos.
Invadían la calzada impunemente, con andares torpes y renqueantes, aunque se les intuía una extraña orientación para mantenerse siempre agrupados. El taxista me informó que siempre sucedía lo mismo a la misma hora: se abrían las puertas de un local situado en los alrededores y salían en desbandada, en todas direcciones y sin destino aparente. Eso sí, el aspecto que presentaban era impecable. Bueno, todo lo impecable que puede resultar la figura de un zombie. Ojos rojos e hinchados, tez pálida como La Luna y una vestimenta tan desmadejada que parecían muñecos de trapo. Algunos, como era de esperar, arrojaban fluidos por la boca de un marrón verdoso repugnante; otros, en cambio, se mostraban más animados, quizá por ello más sudorosos, pero con los mismos movimientos espasmódicos que sus compinches. Desde el interior del vehículo, también pude ver a un par de ellos devorando con fruición una barra de pan que vete tú a saber de dónde la habían sacado.
El taxista, tras completar sin víctimas el improvisado circuito de conos en el que se habían tornado los zombies, protestó, clamando al cielo, para que alguien se hiciera cargo de esa situación tan peligrosa.
Y ahí fue cuando me sobrevino la inspiración.
No hay duda de que, ateniéndome a lo vivido aquella noche, el Apocalipsis está cada vez más cerca. Y supongo que habrá que achacarlo a algún misterioso brebaje que se ha puesto de moda, porque aquel conductor no hacía más que acusar de ese desmán a no sé qué clase de botellón. Pero donde hay una crisis, se gesta una oportunidad. Y yo soy un lince para implantar un mercado en el lugar más insospechado, allí donde parece haber tierra yerma. Sólo hay que ponerse en la piel de los posibles clientes potenciales.
¿Qué es un zombie?
A primera vista, un muerto viviente. Pero si retrocedemos en su ciclo vital, o mejor dicho mortal, vemos que para ser un muerto antes ha debido pertenecer a la especie de los vivos. Y todos los que nos encontramos en ese estado, me refiero al de poseer pulso, sabemos que estamos cargados de anhelos y propósitos por cumplir. ¡Pues ser un resucitado es, mismamente, atesorar una segunda oportunidad para consumar esos deseos! Otra ocasión que nos brinda el destino para, en el caso inevitable de volverla a diñar, irnos en paz.
¿Y qué deseos son esos? Pues, según todas las encuestas, aprender inglés y visitar asiduamente un gimnasio. Y aquí es donde entra en liza mi idea para la franquicia: un gimnasio, exclusivo para zombies, con monitores, o mediante auriculares conectados a las máquinas, que enseñen el idioma de Shakespeare. Incluso ya tengo el nombre patentado. Se llamará The Talking Dead.
Sí, de acuerdo, es posible que tarde unos meses en arrancar. Y he de reconocer que habría que amoldarse a ese horario tan intempestivo en el que insisten en salir a pasear esos zombies. Pero, tal como se avecina el futuro, no me negaréis que se trata de una apuesta a tener muy en cuenta.
está bien pensado, y en el bar del gimnasio en lugar de ofrecer bebidas saludables, darían garrafón.
ResponderEliminarBueno, yo estaba pensando más en un club selecto. Así que está planificado ofrecer bocadillos de cerebro y sorbete de páncreas. Nada que lleve alcohol, que siempre engorda. Como mucho, y sólo para celebraciones, nos podríamos hacer con algunos batidos de hígado con cirrosis. Seguro que sus causantes dejaron algún aroma impregnado en ellos.
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