domingo, 8 de octubre de 2017

¡Con la iglesia hemos topado!



 
Creo que a nadie se le escapa que vivimos días convulsos. Hay un conflicto por resolver entre regiones y nadie parece estar por la labor del diálogo. Y, como no podía ser de otra forma, los medios informativos se posicionan en según qué bandos ideológicos. Vamos, hasta ahora, nada que no se vea a diario.

Pero hoy quiero hablar de una entrevista. Una de esas conexiones en directo en las que un equipo de reporteros se desplaza a una localidad para que, desde plató, otro grupo de tertulianos pueda desmontar en vivo las reflexiones del entrevistado de turno. ¿Os suena este proceder? Seguro que sí, porque lo vemos a diario en la sobremesa. La gran mayoría de periodistas, al menos en este país, son así: machacan con aseveraciones contundentes, o lo intentan, para echar por tierra cualquier idea que no comulgue con la suya. Y, claro, el ciudadano de a pie no está acostumbrado a ese avasallamiento y acaba por claudicar ante tan apabullante retórica. Pero no siempre sucede, no siempre se encuentran con ese beneplácito. Y este es uno de esos casos.

Para ponernos en situación, esta entrevista ocurrió un martes, tres de octubre, en el programa presentado por Susanna Griso en Antena3 (Espejo Público), dos días después de la torpeza desplegada por las fuerzas del estado en Cataluña. Perdón, quería decir fuerzas desplegadas desde otras Comunidades Autónomas (Guardia Civil y Policía Nacional), porque los Mossos d’Esquadra no se comportaron de ese modo y aún así consiguieron, según los propios datos facilitados por el mismo programa, cerrar más colegios y decomisar más urnas que los otros dos estamentos policiales juntos. Pero ese dato, visto lo visto, carece de interés. 

El programa, en teoría, trataba de cubrir la huelga general (o paro, eso según los gustos) que protagonizaba dicha región. Pero, como ya llevábamos dos días viendo imágenes de guardias civiles y policías nacionales dando palos a todo aquel que tuviera dos patas y se cruzara por su camino, lo que realmente estaba en marcha era una operación propagandística que yo denominaría “lavado de cara para las fuerzas policiales”. Por descontado, sin incluir a los Mossos d’Esquadra, que por no agredir a personas pacíficas y desarmadas habían traicionado y pisoteado los derechos de todos los españoles (¡¿?!). Pero ya he dicho que eso no tiene ninguna importancia, así que vayamos a la cuestión.

El entrevistado era el mossen (capellán) de Pineda de Mar. El hombre estaba situado justo delante de su iglesia, en un lugar donde las cámaras captaban perfectamente su entrada y un cartel, enganchado en su puerta, con la palabra Democràcia! Igualito al que yo he utilizado para ilustrar esta entrada. 

Pero detengamos por un momento la narración y analicemos al detalle la pancarta. Así, a primera vista, se ve dibujado el rostro de una persona con un grueso trazo de color rojo tapando el lugar donde debería estar su boca, y que, al parecer, le impide hablar. Debajo, una única palabra: Democràcia! Algo que, hoy en día, cualquier persona sensata de este país no dudaría en defender. Nada que nos haga pensar en partidismos de “si quiero la independencia” o “no la quiero”. Ni sí ni no; ni en contra ni a favor. Igual es que no veo los mensajes ocultos, pero la democracia, en principio, debería estar dentro de la legalidad. Y, que yo sepa, no existe nada más democrático que ejercer el voto. ¡Si hasta utilizan ese método en las reuniones de mi comunidad de propietarios del parking para ponerse de acuerdo! Y siempre con éxito oiga, a pesar de que por allí deambulan personas de todo el mundo, credos y religiones. Incluso me atrevería a decir que también hay algún extraterrestre. Y todos aceptan ese proceder. En cambio, los periodistas de aquel programa no. Curioso. Pero volvamos al relato.

Haciendo hincapié en el asomo casual del cartel en pantalla (aunque todos sabemos que los planos, en televisión, igual que en el cine, nunca son casuales), le preguntaron al cura si estaba a favor del referéndum ILEGAL (y lo pongo en mayúsculas porque en eso enfatiza cada treinta segundos cualquier programa televisivo, radiofónico o medio escrito que trate sobre este tema), y también si le parecía correcto que se saltaran las leyes para llevarlo a cabo. Y el cura, con ese tono sereno y aburrido de sermón de los domingos, les contestó más o menos esto:

— Miren, yo creo en lo que predica el cristianismo y en los derechos fundamentales del ser humano. Que es el amor al prójimo, la cordialidad, el civismo y la libre expresión.

— Ya, ya —prosiguió el periodista—, pero este referéndum, ILEGAL, está fuera del marco de la constitución española.
— Bueno, lo cierto es que yo he vivido ocho años en Japón, tres en África y uno en Ecuador. Hace tan solo unos meses que he vuelto a donde nací. Pero allá donde estuve me regí siempre por los derechos humanos y las libertades individuales. Si alguien quiere hacer una consulta o referéndum, de forma pacífica y ordenada, está en todo su derecho.

En esos momentos, no sé si de forma intencionada o no, el mossen estaba dejando al periodista como un cateto pueblerino. Pero eso, lejos de amedrentar su voluntad, provocó que continuar en sus trece.
 
— Pero es que esa consulta está fuera de la legalidad —insistía el periodista—. ¿De verdad está de acuerdo en saltarse la legalidad?
— Estoy de acuerdo en salvaguardar los derechos humanos…
— Pero, ¿cómo puede defender algo ILEGAL? —preguntó el periodista, ya desesperado.
— Mire, visto del modo en que usted lo ve, Jesucristo, nuestro Señor, también fue juzgado y condenado a la crucifixión dentro de un marco legal; siguiendo al pie de la letra la legalidad de aquella época. Y, como comprenderá, no puedo estar de acuerdo con aquella sentencia.

Touché. Tocado y hundido. Punto y final.

Lo que yo vi aquel día en directo por la tele me dejó perplejo. Y digo que lo vi en directo porque me ha sido imposible encontrar esta entrevista por internet o en la página web de la propia cadena. Pero es que ni buscando en su programación a la carta. Nada. Aunque, ahora que lo pienso, tampoco es nada excepcional esa desaparición, porque estoy seguro de que carece de importancia. A nadie le interesa esa clase de declaraciones. Y menos aún si trabajas en ese canal televisivo, eso por descontado.

Sin embargo, y como iba diciendo, yo me quedé alucinado. ¿Por qué? Pues quizá por ver como se daban lecciones de derechos fundamentales desde una institución religiosa que se ha caracterizado, en sus algo más de dos mil años de vida, en pisotearlos y alienarse a la más mínima oportunidad con el poder reinante. Y esas lecciones no las recibía cualquiera, no. Iban dirigidas directamente hacia los periodistas, precisamente el gremio alabado en el mundo entero por ser los primeros en denunciar, ya sea con fotos, vídeos o entrevistas, cualquier maltrato o vejación a la ciudadanía de todos los pueblos.


Sí, la verdad es que aún sigo alucinando. Pero eso, como comprenderéis, tampoco tiene ninguna importancia.

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