lunes, 13 de junio de 2016

El prólogo




Todo prólogo que se precie debe ir ligado a un relato, y este no va a ser menos, pero lo he situado en una entrada a parte porque el cuento ya me parece lo bastante largo como para inflarlo con una introducción. Además, qué leches, así relleno el blog con otra entrada, que últimamente anda un poco falto de ellas. Y hasta aquí, y a riesgo de ser redundante, llega el prólogo del prólogo. Lo que viene a continuación va referido exclusivamente al escrito que pondré, tras un último repaso, la semana próxima por aquí.

Hay dos razones por las que no suelo escribir por encargo: la primera es porque no me gusta limitarme a un tema concreto o a una extensión. No me siento cómodo si se me coarta de alguna forma la imaginación. Y la segunda, siendo probablemente la de mayor peso, es porque nunca nadie, con la de buenos escritores que hay por el mundo, ha llegado a la desesperación de fijarse en mi nulo talento para desear alegrarse la vista con uno de mis cuentos. Y bien que hacen.

Así, pues, la única persona que me ha castigado con una petición he sido yo mismo. ¿Por qué?, os preguntaréis (y si no os lo preguntáis, preguntároslo. De esta forma, al leer mi respuesta, todo cobrará más sentido, ya veréis). Pues porque quería flagelarme y no sabía muy bien cómo. No era capaz de plasmar por escrito mis ideas (o al menos de la forma que a mí me gustaría) y me dije: "¡Ah, sí, con que esas tenemos! Pues ahora te voy a dar otra tarea y te meto más presión". Ya veis lo considerado que soy conmigo mismo ¿Que cuando ocurrió eso? Si no recuerdo mal, a principios del mes de febrero, mientras andaba desesperado por acabar tres relatos que no me gustaban nada cómo iban quedando. Por descontado que no los terminé (de hecho, aún les estoy dando vueltas), pero al menos sí que he podido finiquitar este, el de la penitencia, aunque tampoco me convence del todo. Está claro que le vendría muy bien una profunda reescritura, ya que creo no haberle cogido el tono adecuado en ningún momento y, siendo muy benévolo, a lo sumo me convencen dos o tres párrafos y algún que otro diálogo. Pero bueno, como cada uno tendrá su opinión, no dudéis en comentar la vuestra.

Eso ocurrió unos cuatro meses atrás, por eso debo admitir que ya voy un poco tarde, pero no iba a convertir mi represalia en una condena insostenible situando, encima, un plazo de entrega. Se trataba de una mortificación, no de un suicidio. Y puestos a pasarlo mal, que fuese al menos de la mejor forma. Aunque, sí, quizá lo he prolongado demasiado.

Como todo este sarao lo monté, como ya he comentado, a principios de febrero, no encontré materia más cercana sobre la que escribir, ni más apropiada, que la del archiconocido Día de San Valentín. Así que me empeñé en crear un argumento que ilustrara, o por lo menos recogiera la esencia, de esa romántica fecha.

Se trataba de un reto que me tocaba bastante las narices, más que nada porque detesto el hiperromanticismo. Pero un escarmiento auto infligido tiene que molestar, sino pierde todo su sentido. De este modo, mi primer pensamiento me llevó a la época medieval, allí donde príncipes azules y princesas han protagonizado los encuentros más acaramelados. Además, dicen que por aquella época se destilaba mucho sentido del honor, característica más que interesante para un buen relato romántico. Fue entonces cuando, dejándome guiar por esos derroteros mentales, recordé haber perpetrado, hace ya algún tiempo, un cuento enmarcado en ese periodo de la historia, aunque también muy influenciado por el género de la fantasía. Concretamente el titulado El caballero más osado. Así que me decidí a retomar aquellos personajes y crearles una nueva historia.

Para ser sincero, también hay otra circunstancia por la que me animé a idear esta secuela (o precuela, que tanto da). No os lo creeréis, pero existe una persona en el mundo a la que le encantó El caballero más osado (sí, yo tampoco me lo explico). Y no se le ocurrió otra cosa que preguntarme qué sucedía con el dragón, porque en el relato no quedaba nada claro. Yo le contesté que no tenía ni la más remota idea, pues ese personaje fue creado como una amenaza latente y no para que hiciera ninguna aparición. Entonces me contestó que le gustaría leer más, cosa que por una parte me hizo muy feliz, aunque por la otra fue una pequeña desdicha al no tener más material que ofrecer. Pues bien, desde ya puedo anunciar la aparición del dragón en esta nueva entrega, aunque dudo mucho dejar satisfecha a esa persona con mi perturbadora historia. De todas formas, no creo que se pase por aquí para leer el cuento. Pero, de alguna forma simbólica y seguramente enfermiza, queda mi deuda saldada.

Bueno, no me extiendo más, que para eso ya está el cuento. Como suelo desear a todos los visitantes, que sea leve. Lo pongo la semana que viene.

6 comentarios:

  1. bonito prólogo que crea expectación. A ver qué pasa la semana que viene ;-))

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    1. No era el efecto deseado, pero no me parece mal que cree expectación. Aunque recomendaría que las expectativas no fueran muy altas, que una cosa es escribir una pequeña historia y otra es hacerlo bien.

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  2. por cierto, el enlace que pones a El caballero más osado, no funciona, al menos a mí no me funcuiona.

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    1. Gracias por el aviso, creo que ya he podido arreglarlo.

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  3. Interesante tu manera de ver la vida
    me gustan tus palabras

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    1. Muchas gracias. A ver si soy capaz de conseguir que te guste también el cuento, aunque con sólo lograr distraerte un rato y no acabar por aburrirte ya me daría por satisfecho.

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