En ocasiones, te das de morros con algún libro que posee un arranque deslumbrante. De hecho, estoy convencido de que, si pueden, todos los autores procuran abrir así sus novelas, lanzando una red de arrastre donde capturar la atención de cuantos más variados especímenes lectores, mejor. No existe nada más eficaz que aprovechar esas primeras lineas para que asome un misterio en el caso de un thriller, crear empatía en el caso de un drama o esbozar una sonrisa si se trata de una comedia. Incluso algunos inicios memorables aúnan todos esos sentimientos para hacernos creer que estamos ante una historia realmente extraordinaria. Y, quien sabe, puede que al final lo sea. Un ejemplo que me viene ahora mismo a la mente es "Puerta al verano" de Robert A. Heinlein. Uhmmm... Delicioso comienzo.
Como es de esperar, algunos libros cumplen con esas expectativas y otros no, aunque el gozo de ese gran comienzo ya no hay quien nos lo arrebate.
Lo que ya no resulta tan habitual es encontrarse con unas primeras palabras, aquellas dos o tres frases que suelen utilizarse para homenajear a algún familiar o autor, que contengan toda esa fuerza narrativa que se espera de un relato. Lo normal sería crear esa atmósfera en cinco o seis páginas, pero he empezado un libro que contiene humor, misterio y empatía en su primera frase. Y eso que tan sólo me estoy refiriendo a su dedicatoria.
El libro al que me refiero se titula "El hombre en el castillo" de Philip K. Dick, y la primera frase reza así:
"A Anne, mi mujer, sin cuyo silencio este libro nunca se hubiera escrito"
Poética, maravillosa. Lo tiene todo.
Si nos paramos a analizarla, rápidamente entrevemos esa comedia sarcástica, esa mala leche que destila el autor al referirse a su esposa. El humor siempre es valiente. Con él se puede llegar a hablar de cosas que de otra forma, o con otro tono, resultarían desagradables. Pero al dejar para la posteridad este agradecimiento al principio del libro, el autor da a entender que se trata de una broma personal. Una broma que a mí, como lector anónimo, me hace gracia. Aunque me invaden serias dudas sobre la cara que puso su mujer al toparse con ella.
Pero para responder preguntas, primero debemos formularlas. Y es aquí donde nos dirigimos a la parte misteriosa del relato. En nuestro imaginario sobrevuela la idea de un antes y un después. Antes de la publicación que tenemos entre manos y después. El antes nos remite directamente a la época en la que aún no estaba escrito el libro. ¿Era su mujer una cotorra? ¿Dejó de hablarle (o de gritar, o de tocar la batería, o de colgar cuadros con un taladro percutor) por voluntad propia? También podría ser que el escritor, hasta el moño de aguantarla, la silenciara de algún modo. Y esa frase, situándola en el contexto de un thriller, suena a asesinato ¿Quizá hay detrás de esas palabras un crimen pasional? En tal caso deberíamos indagar sobre la vida del autor para saber si, por aquel año, acabó ingresando en la cárcel. De no ser así, aún nos quedaría pendiente el después. Donde su mujer, tras leer la frase publicada en el libro, podría así mismo haber soltado un sopapo a su marido que lo mandara al otro barrio. Para esto también habría que inspeccionar la bibliografía del escritor y cerciorarnos de que, efectivamente, esta fue su última novela. O pudiera ser, en el hipotético caso de referirnos a una mujer pacífica, que desembocara todo este embrollo en un sonado divorcio.
De cualquier forma, la intriga queda en el aire. A la espera de que el lector efectúe las correspondientes pesquisas por su cuenta si quiere aclarar el tema.
Luego, si eres una de esas personas que de vez en cuando le da por escribir, viene cuando te sientes identificado. Personalmente, me resulta imposible escribir algo si no me envuelvo en silencio. Pero es que ni tan siquiera una entrada tan absurda como esta en mi blog. Y es un gran consuelo que a este escritor profesional le ocurriese lo mismo. ¿Cómo te ganas al público? Pues ofreciendo una situación en la que, al menos la gran mayoría, se sienta retratado.
Vista de este modo, con este comienzo tan arrollador, la novela promete. Y eso que el autor aún no ha empezado a narrar, pues aún no he pasado de esa primera página. Pero a poco que continúe la senda abierta con esa estupenda frase, puedo vaticinar que me encuentro ante una obra apasionante, uno de esos libros inolvidables que me dejará marcado para el resto de mis días.
O no. Vete tú a saber.
Muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarCreo que el único comienzo de libro que recuerdo claramente es el de Orgullo y prejuicio, con la importancia que le dan los escritores. Y las dedicatorias, me las salto muchas veces, sin embargo esta de Dick me parece genial. Destila mucha ironía, pero quién sabe, igual hasta es sincera.
ResponderEliminarPues Orgullo y prejuicio es una novela que aún no he leído. Pero si, como dices y dicen los escritores, tiene tan buen comienzo, intentaré hacerme con ella.
EliminarY sobre la dedicatoria de Philip K. Dick... Bueno, es sólo un enfoque divertido que yo le he intentado dar, porque siempre se pueden malinterpretar (o bieninterpretar) los escritos. El verdadero objetivo de la frase sólo lo conocen el autor y, muy probablemente, su mujer.
Pues sí, tantas interpretaciones como lectores y a saber lo que hay detrás :)
EliminarA mi Orgullo y prejuicio me encanta, me la he leído unas cuantas veces, irónica y crítica y no es nada recargada. Todo será que la aborrezcas... y entonces seguro que hay tema para un post ;)
Uy, no creo que me atreviese a criticar un gran clásico como Orgullo y prejuicio. No me veo capacitado para tal reto. Como mucho sería una entrada como esta, buscando cualquier giro absurdo que se me ocurriera.
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