domingo, 12 de julio de 2015

El hallazgo



     Hacía dos días que el paleontólogo Charles Zhickarius, la mayor eminencia  sobre el Paleolítico superior, había regresado a su laboratorio de Londres para practicar unas pruebas al estómago del hombre momificado desenterrado en Somalia, la cuna del Homo Sapiens. Sobre los primeros análisis efectuados a pie de excavación no se albergaban dudas: existían trazas de ADN humano entre los alimentos digeridos. Sólo con aparatos más sofisticados se podría determinar a qué zonas del cuerpo pertenecían esos restos.

     Como buen científico, Charles ya había publicado una teoría que, aún sin su consentimiento, fue divulgada en revistas especializadas y traducida a quince idiomas. No le importaba. En cuanto aparecieran los resultados podría completar su tesis y acabaría dando por buena esa conjetura que acusaba a nuestros antepasados de caníbales. Hipótesis que él mismo había defendido en multitud de convenciones.

     95%...

     98%...

     100%

     El Dr. Zhickarius clavó la vista sobre los datos aparecidos en la pantalla de su ordenador. Durante un buen rato.

      — Y bien, Doctor —interrumpió, al fin, su ayudante.

     Charles lo miró de soslayo, sin decir palabra, con el ceño fruncido, pensando hasta qué punto se podría considerar canibalismo, o una broma pesada perpetrada entre aborígenes ancestrales, el aderezar la comida con mocos.


2 comentarios:

  1. me ha encantado tu texto Y haber encontrado tu blog
    abrazo

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    1. Y a mí me ha encantado tu visita.
      Otro abrazo para ti.

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