Esta mañana me he levantado, he conectado la tele y no he podido más que indignarme. ¿Habéis visto cómo está el mundo? Seguro que no, porque de ser así llevaríais por las entrañas el mismo cabreo que me consume por dentro. Ya, ya sé que debería estar acostumbrado a que únicamente se cuenten desgracias en los noticieros, pero es que la de hoy ha caído como una ficha más del dominó que mandará al garete todo el sentido que tiene nuestra miserable vida humana.
¿Sabéis ya de qué se trata? Si pensáis que hablo de la crisis, de política, de los recortes, de algún atentado o de una guerra, ya os lo podéis ir quitando de la cabeza. Estamos en mi blog, donde esos temas tan serios no tienen cabida. Aquí se rinde pleitesía a lo pequeño, a lo nimio, a lo insignificante, y si alguien busca una opinión sobre esos asuntos tan relevantes, lo lleva crudo.
Una vez aclarados los contenidos de este intrascendente lugar, vayamos por faena. La bomba informativa la ha soltado un agricultor que estaba siendo entrevistado. El hombre en cuestión, con una sonrisa tan amplia que lograba unir las mejillas a las patas de gallo, explicaba a la audiencia las bondades de una máquina que acababa de adquirir. Al parecer la utiliza para seleccionar los diferentes tipos de cerezas que, una vez recolectada y desde una cuba, vuelca en su interior. Hasta aquí me ha parecido todo muy interesante, pues seguro que el artilugio es capaz de distinguir en milésimas de segundo las diferentes variables que ofrece una fruta. Lo que ya no me ha gustado tanto han sido los parámetros elegidos para escoger a las que, en teoría, son las más apetitosas. Según este energúmeno, únicamente da como buenas a las de circunferencia exacta, que no estén dañadas y que posean un color rojo intenso, como bolas decorativas de un abeto navideño. El resto, las deshecha. Y así nos va.
Por culpa de gente como esta soy incapaz de encontrar cerezas maduras. Las busco negras como el café; oscuras a la vez que brillantes, igual que un cielo nocturno y despejado; tersas y delicadas, con un jugo dulzón que pringue mis manos a la más leve presión. Pero nada, son imposibles de ver. Para mi que se extinguieron junto con la vergüenza de los agricultores, porque tratar de hacernos creer que las rojizas son las cerezas ideales es un ejercicio de cinismo puro.
No soy una persona de campo, pero he tenido la suficiente relación con la huerta para saber cuándo una cereza está madura. Y por supuesto que los agricultores también. Entonces, ¿por qué se recolectan antes de tiempo? Sospecho que porque así soportan mejor los golpes y pueden estar en cámaras durante mucho más tiempo antes de pudrirse. Porque no sólo ocurre con las cerezas, también vemos el mismo proceder con los nísperos, plátanos o melocotones.
La principal diferencia entre la vida que llevamos nosotros y el resto de seres, es nuestra constante búsqueda de placer en las funciones vitales. Nos gusta tomar el sol porque nos relaja y nos acuna en una sensación placentera. Pero, de forma parecida a las plantas, su luz hace que procesemos las vitaminas necesarias para nuestra buena salud, por eso nos bronceamos. Mantenemos relaciones sexuales instintivamente, sí, pero siempre jugando, estimulando nuestros sentidos para gozar más. Porque si no, haríamos como los perros, un "aquí te pillo, aquí te mato", con la única intención de perpetuar los genes. Y freímos un huevo, acompañado con patatas fritas y pan, para buscar la mejor combinación de sabores. ¿O acaso asaltamos nidos y nos los comemos crudos? Personalmente, no estoy dispuesto a sobrevivir a base de fruta que no haya sido previamente cocinada a fuego lento solar.
Si nos resignamos a la acidez que desprende la fruta verde, si consentimos el beneficio económico de unos pocos mientras se pone en entredicho el disfrute de todos, seremos ninguneados por unos fruteros desalmados que les da igual nuestro bienestar. Vender fruta que no está madura es un paso más hacia la deshumanización. Conducta, por cierto, demasiado habitual en estos días que corren.
Y aquí termina mi denuncia; que al final, no sé cómo ni por qué, acabo siempre hablando de fruta. Vamos, ni que yo fuera un fan de Los Fruittis...
Más toda la comida que se tira porque no se adapta a esos parámetros. Probablemente sepa mejor incluso con sus imperfecciones.
ResponderEliminarUff, destruir comida... No me tires de la lengua, que me enciendo. He visto lanzar a la basura un palet entero de comida (unos trescientos kilos) porque habían mandado por error una mercancía que caducaba a los dos meses. El almacén receptor exigía que fuesen al menos tres, y como no se cumplía se rechazó. Pero lo realmente triste llegó cuando devolver ese palet a origen suponía un gasto mayor que el valor de la propia mercancía. Así que decidieron lanzarlo a la basura. Fue indignante. Si nadie se quería hacer cargo digo yo que lo podrían haber regalado.
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