Hace unos días, charlando con un compañero de trabajo, me pidió el número de teléfono para mandarme una foto por WhatsApp. Cuando le comenté que no disponía de smartphone me miró como si fuera un bicho raro, pero aún así insistió y me preguntó por mi perfil de Facebook para solicitarme amistad y así poder pasarme la dichosa foto. Nada más decirle que tampoco utilizaba esa red social noté que se molestaba un poco. Él me estaba ofreciendo su amistad (eso sí, virtual) y yo por contra le estaba dando la impresión de rechazarla con una burda mentira, pues al parecer no le entraba en la cabeza que existiese alguien tan ajeno a esa amalgama de comunidades virtuales.
Para intentar resarcirme de la ofensa infligida, hice lo que nunca hago con persona que no son de mi confianza: confesarle que tengo un blog y darle la dirección. Este gesto no ayudaba en forma alguna a su intención de pasarme la foto, que por otra parte tampoco quería para nada, pero al menos sirvió para demostrarle que no despreciaba su camaradería.
La verdad es que no esperaba que entrara en el blog. Siempre lo veo tan ocupado satisfaciendo la incesante atención que le reclama su teléfono con silbidos u otros timbres, que no me lo imaginaba encontrando un rato para perderse por aquí. Pero parece ser que así fue, porque ayer mismo, justo antes de entrar a trabajar, volvió a sacar el tema y me comentó que había leído tres o cuatro entradas.
Aprovechando que tenía a un lector delante de mis narices, me aventuré a preguntarle que qué le parecía este espacio. Me miró de soslayo, con aires de condescendencia, y me soltó que no estaba mal, pero que no había encontrado nada realmente relevante. Que los temas tratados eran insustanciales. Y que, en definitiva, no escribía más que tonterías.
Al principio quedé un tanto abatido, cabizbajo ante la sensación de que tanto esfuerzo a penas servía para nada. Pero, de pronto, vino a mi rescate un sencillo gesto cotidiano que me insufló algo de vida. Fui testigo de cómo mi compañero volvía a fijar la mirada en su incansable móvil y daba réplica a un mensaje, tecleando una caca con ojos seguida de un bufido. En ese preciso instante pude percibir un trocito de amor propio que regresaba a mi encuentro. Ya se sabe que "mal de muchos, consuelo de tontos". Aunque ahora mismo no podría precisar quién de los dos se consoló más.
Nota: Este suceso jamás ha ocurrido, toda coincidencia con la realidad es fruto del azar. Aún así, se han suprimido los nombres de los protagonistas y las localizaciones donde acontecieron los hechos. Para más información, consulte con su farmacéutico. Sobre todo si les interesa la clase de drogas que toma el autor de este escrito.
ingrata es la vida del bloguero.
ResponderEliminarSí, tienes razón. Pero vamos, tan ingrata por momentos como pueda serlo cualquier otra vida. Ahora, date cuenta que, como explico a pie de página, este encuentro no ha sucedido jamás, así que me flagelo y me consuelo yo mismo. ¿Tiene este ejercicio alguna explicación razonable?
EliminarYo tampoco tengo face ni whatsapp, aunque tengo smartphone. Y sí, la gente a veces te mira un poco raro. Es que últimamente parece que no hay vida más allá de facebook, whatsapp, twitter o lo que sea. Mejor dicho, parece que si no la publicas ahí, no tienes vida.
ResponderEliminarY en cuanto a los "temas insustanciales" del blog, esa caquita lo dice todo :D
Desde hace un tiempo tengo la sensación de que esta vorágine de redes sociales es tan absorbente que llegará el día en que ya ni nos mirarán como bichos raros. Sencillamente ni nos verán. No podrán levantar la vista de la pantalla ni un segundo para ver lo que les rodea y, si no encuentran nuestro avatar en ella, no existiremos. Sí, así acabaremos todos, enfundándonos unas google glass, o algo parecido, y totalmente hipnotizados por las pantallas. De hecho, por muy a salvo que creamos estar de este movimiento, ya hemos sido captados al abrir nuestro blog. No hay escapatoria.
EliminarNuestros blogs, el correo electrónico, skype... Yo soy una viciada, con otras cosas pero viciada al fin y al cabo :D
Eliminarson otros tiempos y estar pendiente de nuestros cachivaches forma parte de ellos. Y aunque no haya sucedido jamas, no le hagas caso y sigue con tu blog.
ResponderEliminarGracias por el apoyo. Me lo guardo para cuando suceda.
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